Un fin de semana en Granada en familia

Vivir en España y no conocer Granada es casí un pecado imperdonable. Por eso, por sí seguís siendo unos «pecadores» o por si, a pesar de haber ido ya antes, os apetece volver a visitar esta preciosa ciudad, esta vez, quizás, con retoños, aquí os dejo unos consejitos sacados de nuestra última excursión esta Semana Santa.

Como solemos hacer últimamente, nos alojamos usando Airbnb, y esta vez acercamos de lleno. Antonio fue el perfecto anfitrión de su Casa Picapiedra. ¡Una pasada! Una casa-cueva en pleno Albaicín, decorada con mucho acierto e impecable en limpieza y estado. No puedo dejar de recomendarla, el baño es espectacular e hizo las delicias de los niños (y de los mayores, jeje).

La casa está a 5 minutos andando de Plaza Larga, la plaza más conocida de este barrio (con permiso del famosísimo Mirador de San Nicolás), y desde ahí en 5 minutos más se llegaba a Plaza Nueva. El Albaicín es un precioso barrio de origen musulmán, todo en cuesta, lleno de calles estrechas y lindas casas tradicionales, con su rejas, sus patios, sus macetas en los balcones y sus cármenes (casonas ajardinadas típicas de esta ciudad).

Los cármenes, con sus jardines y huertos abiertos al exterior (con una tapia, pero visibles desde el exterior) hacen el contrapunto de las tradicionales casas musulmanas, donde la vida se desarrolla hacia dentro, siendo de gran importancia los patios interiores con sus fuentes y albercas.

Desde el Albaicín, y no solo desde los conocidos miradores, se ven unas vistas impresionantes de la ciudad y unas puestas de sol alucinantes.

Bajando desde el Albaicín y desembocando en la calle Elvira, nos encontramos con la calle Calderería Nueva, mucho más conocida como «calle de las teterías», ya que toda ella es una continuación de cafeterías especializadas en los tés de la zona (con nombres tan sugerentes como «Las mil y una noches» o «Sueños de la Alhambra») y tiendas de souvenirs árabes. En las teterías pueden tomar aparte de tés, dulces árabes, crepes y otros dulces, por lo que es un super plan para ir con niños, porque además la decoración está muy lograda, parece que estuvieras en otro país. También se pueden fumar las típicas pipas de agua o sisha, con o sin tabaco.

Cruzando la Gran Vía de Colón, llegamos a la zona de la Catedral, de estilo renacentista y con una sola torre de las dos proyectadas, digna de una parada. También se puede visitar la Capilla Real donde están enterrados los Reyes Católicos. Y justo en la esquina de la catedra empieza otro barrio típico musulmán, la Alcaicería, formado por estrechísimas callejuelas, repletas de tiendas de souvenirs y artesanía (como la famosa cerámica de la zona o las creaciones de taracea, de madera, nacar o hueso).

No lejos de aqui está en Mercado de San Agustín, donde, además de hacer la compra, se pueden adquirir y consumir allí productos gourmet y cocinados. Cada puesto tiene una especialidad: sushi, frituras de pescado, huevos rotos, fideos chinos, etc. Dentro hay mesas altas y fuera hay una carpa, donde se pueden pedir platos de todos los puestos, hay una carta unificada, y pagar una única cuenta. La verdad es que está muy bien pensado. Eso sí, tardaron un poco en servir, y, como fuera estaba lloviendo a cantaros, pasamos un poco de frío porque tenían las «setas» apagadas.

Desde Plaza Nueva, se puede realizar otro bonito paseo por la Carrera del Darro, bordeando el rio del mismo nombre. Se trata de una de las calles más bonitas del mundo (para que vamos a ser menos modestos), bordeada de restos de casas árabes y palacetes.

Por el camino, puedes encontrarte los baños del Bañuelo, un antiguo hammam del siglo XI, visitables; la iglesia de Santa Ana, y varios conventos donde se pueden adquirir dulces elaborados por monjas de clausura (la experiencia es sí es digna de vivir: comprar dulces a través de un torno).

La Carrera del Darro desemboca en el Paseo de los Tristes, donde hay varias terrazas para tomar algo o comer. Aquí se puede ver muy claramente la Alhambra desde abajo. De hecho, creo que es donde más cerca se puede ver este monumento desde esa posición.

Desde el Paseo de los Tristes sube un callecita estrecha, y tras varios callejeos llegamos al mirador más conocido de Granada, el de San Nicolás, siempre lleno de gente, con puestecillos de artesanía y música en directo con frecuencia. Desde aquí se admira la vista más directa de la Alhambra, con todo su esplendor, y, al fondo, Sierra Nevada.

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En la plaza de San Nicolás recomiendo para tomar algo o comer el bar Kiki, con una estupenda terraza. La caña, con tapa abundante, como marca la zona, y la comida deliciosa (berenjenas a la miel, secreto al estilo sefardí, revueltos, etc). Además fueron muy amables.

Y llegamos al plato fuerte de este viaje, la Alhambra, una ciudad dentro de la ciudad, con sus palacios, jardines y fortaleza. Imprescindible para esta visita es que se compren las entradas con antelación, porque si vas en el mismo día es bastante improbable que vayas a conseguir visitarla. Es gratis para los niños. Hay distintos tipos de entradas, pero si compras para ver los Palacios Nazaríes, tendrás una hora determinada para entrar a visitarlos, mientras que las otras partes son de acceso en horario abierto.

Para subir se puede hacer andando, por la cuesta de Gomérez, desde Plaza Nueva, pero es muy empinado, y con niños no es muy recomendable (incluso para bajar hay que ir con cuidado). Yo recomiendo coger el minibus en la plaza Isabel la Católica, que por 1 euro te sube hasta la misma entrada.

Intentando organizar la visita para los niños, me desgañité buscando algo preparado para ellos pero no encontré más que dibujos para pintar en la web del Patronato, así que me decidí yo a realizar algún material para los niños. Aquí lo podeis descargar por si os interesa (por Google Drive).

La Alhambra se separa en tres grandes bloques: La Alcazaba, los Palacios Nazaríes y el Generalife. Dependiendo de a que hora se tenga la entrada a los Palacios, así se debe organizar el resto de la visita, pero hay que contar al menos con hora y pico para cada parte. Es decir, considera con una mañana o una tarde completa para disfrutar de esta maravilla.

El Generalife era usado por los reyes musulmanes como lugar de retiro y descanso, y está formado por los Jardines Bajos, el palacio del Generalife y los Jardines Altos. Llama la atención la escalera del Agua, seguro que les encanta a los niños. Desde el Generalife, se ve una bonita vista de los Palacios Nazaríes y también del Albaicín.

 

Dejamos atrás el Generalife y nos acercamos a la zona de los Palacios Nazaríes, donde podemos visitar unos antiguos baños árabes y tambien el Palacio de Carlos V, de estilo renancentista, pero que desentona mucho con el entorno.

Luego tenemos la Alcazaba, con su famosa Torre de la Vela (o Vigilia), su medina y el jardín del Adarve. Destacan en esta zona también la Puerta del Vino y la Puerta de la Justicia (que da acceso a todo el recinto), con la mano de Fatima y una llave grabadas.

Y ya podemos pasar a los Palacios Nazaríes, que son tres: el Palacio del Mexuar, el más antiguo, donde se celebraba el Consejo de Ministros; el Palacio de Comares, la residencia del Sultan y donde estaba la sala del trono; y el Palacio de los Leones, el mayor exponente del arte nazarí.

Pasaremos por la sala del Mexuar, reconvertido en oratorio; la fachada de Comares, entrada al harem; el Patio de los Arrayanes, con su hermoso estanque; la sala de la Barca, con la peculiar forma de su techo; la torre de Comares, la más alta, el salón de los Embajadores; o los baños de Comares.

Por todos lados, destacan los hermosos azulejos.

Y los preciosos decorados de yeso, tanto grabados en las paredes, como en forma de mocárabes en los techos, especialmente significativos en la sala de los Abencerrajes.

Y llegamos al archiconocido Patio de los Leones, con la fuente-surtidor y todo el suelo de marmol que reflejan la luz de una manera muy especial.

Después se pasa a las habitaciones de Carlos V (y también usadas por Washington Irving mientras escribía sus «Cuentos de la Alhambra«); se accede al Peinador de la Reina, un bonito pasadillo con una espléndida vista del Albaicín; y al Patio de la Lindaraja, muy diferente a los vistos anteriormente por ser un claustro.

Y al final de la vista, llegamos al majestuoso Partal, donde se puede ver, en su máximo esplendor, el efecto que los nazaríes querían mostrar con sus estanques: el reflejo de sus maravillas, duplicándolas, y haciéndolas aún más hermosas.

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La visita a la Alhambra encantó a los niños, y los mayores, que ya la conocíamos, la disfrutamos aún más.

El segundo gran plato de esta maravillosa ciudad, es su Parque de las Ciencias, donde se puede estar todo un día (se puede salir y volver a entrar). Las entradas se pueden comprar en la web o allí el mismo día.

Destaca su robot en la entrada, con el que se puede interactuar. Incluso antes de entrar había diversos experimentos donde hubo que ir a «arrancar» a los niños, porque no se despegaban.

Tambien se puede subir a la torre de Observación y tener una vista impresionante de todo lo que hemos visitado antes (o vamos a visitar después). Recomiendo subir en el ascensor y bajar andando, porque hay un jueguecito curioso, relacionado con las alturas de plantas y animales.

En otro de los halls se puede encontrar el famoso Péndulo de Foucault, que demuestra el movimiento de rotación de la tierra. Fuera, en el exterior, hay varios experimentos relacionados con la percepción, y también varios juegos mecánicos: carritos que deben propulsar por unos rieles, excavadoras que pueden manejar los niños, canales de agua donde pueden crear sus rios y fuentes.

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Hay una exhibición cortita pero interesante de rapaces.

Y un mariposario con algunas especies preciosas.

Hay muchas exhibiciones permanentes sobre el cuerpo humano o la biosfera, y talleres y espacios donde los niños pueden interactuar y «toquetear» todo.

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De las exposiciones temporales, visitamos SOS: la Ciencia de Prevenir, y los niños se lo pasaron genial probándose cascos de bomberos, e incluso fueron seleccionadas como «azafatas» para hacer una demostración de medidas de seguridad en los aviones.

También había una exhibición temporal sobre el Titanic, y una sobre Frato, que me han comentado que está genial.

En definitiva, se puede estar, como he comentado, todo el día en este Museo de Ciencias, donde, no solo los niños disfrutan. A mi me encantó ver a adolescentes y a adultos probando los experimentos y deseosos de ser sorprendidos.

Un fin de semana no es mucho para disfrutar de esta preciosa ciudad, pero es una buena oportunidad para empezar a descubrirla. Y eso que no he hablado de las tapas… ¿Os animais?

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